16 Oct Tu propósito es más grande que tu problema
Imagina que tienes un sueño, y que has trabajado toda la vida para conseguirlo. Dejaste de hacer cosas para luchar por eso, invertiste mucho tiempo en prepararte para el momento de concretarlo e imaginaste toda la satisfacción que lograrlo te generaría. Resulta que justo antes de materializar ese sueño que te mueve, algo desafortunado ocurre. Te enfermaste tres días antes del evento en el cual ibas a concretar eso por lo que habías estado trabajando.
¿Qué harías? ¿Te echarías a morir? ¿O intentarías a toda costa curarte para poder estar perfecta y disfrutar de eso que tanto habías esperado?
Por supuesto, querrías tomar reposo, seguir el tratamiento que te indique el médico y reponerte para lograr tener la energía a tope y conseguir tu sueño con toda la felicidad que eso implica.
Así mismo ocurre con tu propósito. Cuando tienes un problema, en el camino de tu objetivo, no puedes permitir que eso te nuble la mente y te desvíe. Debes entender que puedes resolverlo y que una vez hayas solucionado tu inquietud, vas a continuar enfocada en esa meta que te mueve.
Muchas veces nos sentimos frustradas, estresadas y sobrecargadas por sorpresas que llegan a nuestra vida y no sabemos cómo manejarlas. Eso nos pasa a todas, y como somos humanas, es posible que las emociones se cuelen en la consecución de los objetivos lógicos.
Lo importante es ser conscientes que de inmediato tenemos que recuperar el enfoque en lo que es realmente importante y no abandonar el camino correcto. Aquí te lo planteo de forma sencilla, pero sé que a veces esos problemas se pueden transformar en estancamientos agudos de los que cuesta mucho salir.
Cuando te sientas abrumada recuerda esto:
Si un problema tiene solución, ¿por qué te angustias? Y, con más razón, si un problema no tiene solución, ¿para qué te angustias?
En un mundo en el que vivimos rodeadas de estímulos, ruidos y todo tipo de contaminación para nuestra mente, el enfoque es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotras mismas. Piensa con cabeza fría y guíate siempre a través de la Palabra de Dios. En ella se encuentran todas esas directrices que te ayudarán a vivir en paz, alineada con la Gracia divina.
Cada vez que estés atravesando un problema debes reflexionar y preguntarte: ¿qué dice la Biblia sobre esta situación? Y leer, buscar en ella todas las respuestas a tus preguntas.
3 consejos para recuperar el enfoque
1. Vive en oración
Cristo vivió en carne propia todas las angustias del mundo y, a pesar de ello, nos dejó una promesa de redención que está más vigente que nunca. Ora cuando no entiendas, cuando estés triste, cuando estés confundida, ora todas las veces que puedas. No creas que serás juzgada por sentirte como te sientes. Tus sentimientos son válidos, así como tu intención de salir del problema y quedarte con el aprendizaje derivado de él. Habla con Dios con la confianza de la relación entre padre e hija.
2. Busca apoyo
El apoyo en tu familia, amigos y comunidad espiritual es fundamental para sostenerte en tiempos de dificultad. Habla con personas de tu confianza sobre tu problema y probablemente conseguirás enfoques y soluciones que no habías visto antes y que representarán una especie de alivio para ti.
A veces, nos metemos tan de lleno en las situaciones, que no nos fijamos en todo el contexto que las rodean y las hacemos incluso más grandes de lo que realmente son. Para no caer en ese terreno y no encerrarte con tu dificultad, busca en tus allegados ese faro de luz de la Gracia de Dios.
3. Practica la resiliencia
La resiliencia es un valor lleno de beneficios. A través de ella, podemos desechar los problemas y rescatar cualquier efecto positivo que tenga la situación por la que estamos pasando. Aplica la capacidad de adaptarte a la realidad que tengas enfrente y úsala para construir tu propio bienestar. Si las cosas cambian para mal, algo tendrás que aprender de ello. Recuerda que cada problema o reto es una oportunidad de crecimiento que Dios te está dando.
No lo entenderás en el momento, pero con el pasar del tiempo, verás que eres más prudente, más justa o simplemente más sabia. El sufrimiento ocasionalmente es necesario para un bien mayor. Enfócate en el ¿para qué?, en vez de cuestionar el ¿por qué? de lo que está ocurriendo en tu vida.
Si hoy estás abrumada con problemas y no ves la salida, concéntrate en la grandeza de tu propósito y date cuenta de todo lo que perderías si lo llegaras a abandonar. Esto va a pasar y serás una mujer más fuerte, esforzada y fiel a Dios.
Gracias por llegar hasta aquí e invertir unos minutos de tu tiempo en alcanzar tu máximo potencial. Si quieres profundizar en cómo enfrentar tus problemas y angustias, te invito a disfrutar del episodio 234 de Mujer, Podcast, titulado: “No me tenía que pasar, pero me sucedió: 10 lecciones para manejar las sorpresas que nos da la vida”.
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