ADN de Autoridad

20 May ADN de Autoridad

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En los momentos de mayor crisis, Dios siempre envió a su pueblo a edificar.  Cuando el pueblo de Egipto estaba siendo apresado por la guardia del faraón, Dios los mandó a edificar; cuando Jacob estaba huyendo, Dios lo mandó a edificar un altar.  Hay personas que dejan de construir, por un momento difícil en su vida, donde su fe tambalea.  En esos momentos que pasamos de tribulaciones, nuestra mente puede pasar por alto la instrucción que tengamos de parte de Dios, dado a que tus pensamientos están siendo bombardeados por la situación presente.  Pero tu pensamiento debe ser: “Dios ha sido fiel, él lo seguirá siendo, él no hará excepción de esta situación, y yo así lo creo, en el nombre de Jesús.”

En nuestra vida, suceden un sinnúmero de cosas, pero siempre llega algo que acapara toda nuestra atención.  Cuando Dios veía que esto le sucedía a su pueblo, él los sacaba, dándole una visión hacia el futuro y mandándolos a edificar.  ¿Por qué?  Porque, para edificar, se necesita fe.  Para tener un matrimonio, para levantar a nuestros hijos, para construir una empresa, para emprender algo, necesitamos fe.  Pero, cuando hablamos de tener fe, nos podemos preguntar en qué debemos tener fe; y la respuesta es que nuestra fe debe estar puesta en que Dios nos prosperará y completará todo lo que ha comenzado en nosotros.  Dios no deja nada a medias; él completa todo lo que comienza.  Por ende, él te dará fuerza, sabiduría, inteligencia y los instrumentos para poder terminarlo.  Y, aunque parezca que los planes cambian, Dios siempre tiene la salida para tu situación.

Cuando el profeta Nehemías decide motivar al pueblo de Dios, vemos que, lo primero que se levanta, son la adversidad y la crítica.  Pero esto no desanimó al pueblo de Israel, porque Nehemías había dicho unas palabras que marcaron al pueblo de Dios.  Nehemías le dijo a Sanbalat y a los reyes que se levantaron a decir que ellos no podían hacer lo que querían, que ellos no tienen parte, no tienen derecho y no tienen memoria en Israel.  Esta expresión nos enseña que Nehemías sabía la razón de por qué Dios lo quería prosperar, sabía que la premisa que querían depositar Sanbalat y los otros reyes estaba por debajo de la premisa de lo que Dios le había mandado a hacer.

Cuando Nehemías les dice esto a Sanbalat y a los reyes, lo que les quiso decir es que sus palabras no tenían jurisdicción en su vida.  Cuando hablamos de jurisdicción, queremos decir poder y autoridad para gobernar y para ejecutar las leyes.  No tener este poder, es sinónimo a no tener territorio en donde ejercer dicho poder.  El profeta, cuando se levantaron estas personas declarando en contra, pudo pararse de frente y decirles que ellos no tenían parte, jurisdicción ni memoria en Israel.  No hay nada más hermoso que ver a un hijo, una hija de Dios levantarse con autoridad delante de la crítica y la adversidad.

Nehemías pudo levantarse con tal autoridad porque sabía que Sanbalat, específicamente, no tenía descendencia judía.  Un copero como Nehemías le dijo a un rey como Sanbalat, que él no tenía por qué estar opinando, porque no tenía la autoridad para hacerlo.  Al igual que en la vida de Nehemías, ha habido y seguirá habiendo momentos en nuestra vida que recibiremos opiniones de personas que no tienen ningún tipo de relación con lo sucedido.  Esta situación, la podemos tener hasta con la familia.  Tu misma familia puede levantarse a hablar mal de tu cónyuge, de tus hijos, de tu trabajo, de todo lo que haces; pero debemos recordar que, cuando le entregamos nuestra vida al Señor, nuestro ADN cambió.  Ya no perteneces a la familia donde todos se divorcian, sino que ahora perteneces a la familia donde los matrimonios luchan y perduran; ya no perteneces a la familia donde los hijos se pierden, sino que ahora perteneces a la familia donde ellos le sirven al Señor y honran a sus padres.  Ya tú no tienes que ser sometido al miedo por el historial médico familiar.  El ADN que corre por tus venas es el que dice que tú rejuveneces como las águilas, que Dios te llena de fuerzas.  Tu ADN cambió.  Toda jurisdicción sobre tus pensamientos cambió.  Toda tu herencia cambió, el día que aceptaste a Jesucristo como tu único Señor y Salvador.

Nehemías pudo dejar a un lado las palabras de Sanbalat, porque Nehemías se paró firme, y dijo: Tus palabras llegan hasta aquí; tus palabras tienen este valor; mi herencia, mi ADN como judío va por encima de lo que tú puedas hablar, porque puede que tú seas rey, pero no eres rey de Israel, no eres rey con la genealogía que yo cargo.  Entiende, hoy, hijo de Dios, que la genealogía que opera en ti no es la genealogía de tu apellido, de tu urbanización donde todos los jóvenes tienen problemas con las drogas; la genealogía, el ADN bajo el que tú funcionas es el de un hijo de Dios, que tiene la autoridad para decir: Lo que pasó con mis padres, no va a pasar conmigo; lo que pasó con mis hermanos, no va a pasar conmigo; lo que pasó con mis tíos, no va a pasar conmigo.

Levántate, hoy, con autoridad, y di a aquellos que se han levantado en tu contra: Tú no tienes parte, tú no tienes suerte, tú no tienes autoridad, tú no tienes semejanza, tú no tienes jurisdicción sobre mi vida, porque yo le sirvo a un Dios vivo, y por mí corre un ADN completamente diferente.

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Viernes, 1ro de Abril de 2016

Código del Programa: PY-02A